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Hay cosas que nunca cambian

Hay cosas que nunca cambian

 

 

Acabamos de finalizar la Semana Santa, nuestra semana santa, la de Urrea, aunque no nos nombren en el informe semanal.

En Urrea, me imagino que como en los otros pueblos de la ruta, la santa semana se organiza con algunos voluntarios/as y otros muchos/as involuntarios/as.  A éstos últimos es a los que hay que agradecerles especialmente el trabajo desempeñado.

 

Al visitante que, guiado por la curiosidad, viene al pueblico más pequeño, en busca de autenticidad, de familiaridad, de restos de religiosidad y misticismo de una tradición remota, siempre acaban llamándole la atención las mismas cosas. Y es que en Urrea hay una ley no escrita, un pacto entre caballeros. No sé por qué, pero todo el mundo sabe lo que hay que hacer, lo hace y punto. Hay cosas que nunca cambian y nunca cambiarán. Por eso todos saben cuando se ha de empezar a tocar al comenzar una procesión en la plaza, o cuando se ha de parar porque suben los alabarderos. Por eso también se sabe cuándo y quién ha de retomar el toque en la Subida al calvario del sábado. Todos saben a quién le toca este año portar la cama y por qué. Por eso, el visitante se lleva la impresión de que todo el pueblo está implicado en la organización (por eso y también porque es el único que está detrás de la barandilla viendo el espectáculo, todos los demás van en la procesión) y que el orden y la fe están impregnados en todos los actos que se celebran. Y se va del pueblo más contento que chupilla.

Aunque su hermana, que vive desde hace ya años en Urrea, nunca formará parte de ésa organización, porque dice que no vale “para eso”, que “para eso” ya están los de siempre, y que lo hacen genial.

 

Hay otra cosa que cambia poco en nuestra semana santa. A mi la procesión del entierro se me hace interminable, y ya desde hace unos años me dedico a hacer lo siguiente: contar las ventanas que veo en el recorrido con gente detrás y la luz apagada (como si no se les viera). No lo acabo de entender, ¿qué más da que la gente sepa que estás en la ventana viendo la procesión? ¿o lo hacen por respeto? ¿o lo hacen porque así se ve mejor?

Detalles cómo éstos son los que hacen a nuestra semana santa verdaderamente auténtica.

Como os digo, yo las cuento cada año, y me voy dando cuenta de que cada año hay menos. Y me da mucha pena. No por nada, sino porque sé que una ventana con sombra menos es una persona menos en el pueblo, por lo que sea, y eso es preocupante. Porque todo el mundo sabe que el que apaga la luz para ver una procesión pasar es porque lo ha hecho toda la vida, y si lo ha hecho toda la vida no va a dejar de hacerlo este año, por lo tanto, no está en el pueblo, por lo que sea.

Yo nunca he visto una procesión desde la ventana, pero cuando me toque hacerlo, prometo abrir la ventana y sacar medio cuerpo fuera, por supuesto con la luz encendida.

Eso demuestra que algo sí que está cambiando, o cambiará en nuestra semana santa, de todos los urreanos, también de los involuntarios y de los que no somos ni una cosa ni la otra.

2 comentarios

Silvia -

Eso eso ¡ya te vale! Tú tampoco puedes faltar ¡golfa!
A ver si es verdad y al año que viene también le arreamos más al tambor, porque lo que ha sido este...

Judit -

Y yo sin subir al calvario...no sabes como me arrepiento,porq me doy cuenta de que hay cosas que si que cambian(muy a mi pesar),prometo que al año que viene no falto!!.

Sil como siempre un 10!!